Wednesday, August 27, 2008

Rosa

Salió el sol, bastante escondido entre las nubes que quedaron de la lluvia de la noche anterior, pero salio a eso de las siete y cuarto de la mañana. A pesar del frío y de la neblina ligera parecía que sería un día bueno, bonito. Habpia más ruido de pájaros que de costumbre, todo marchaba bien. Llegada la hora, salio de la casa de muy buen humor, tarareando una cancioncita pegajosa y vestida de rosa. ¿Rosa? Sí, rosa. Muy pálido, pero rosa al fin. ¡Qué cosa rara! Todo el dia pasó lento, pero bello, muy ligero. Llovió poquito, y luego sopló el aire dejando salir al sol un rato. Tranquilo. Y ella de rosa, como nunca. Cuando todo pasó se miro en el espejo y pensó "qué raro, vestirse de rosa no estuvo mal." Y pocos minutos después se durmió con el pelo suelto.

Sunday, August 24, 2008

A la mitad

Era media noche, y estaba la mitad de la casa a media luz. A la mitad del cuarto había un plato con la mitad de una rebanada de pastel hecho con media calabaza. Medio dormida, entreabrió la ventana desde la cual se veía la mitad de un árbol enorme que siempre había vivido ahí. Caminando medio despacio se sentó en el silloncito que estaba en frente de la mesa que soportaba el plato con la media rebanada de pastel, y con la mitad del cuerpo helado entrecerró los ojos. No pasó media hora cuando la mitad de la silueta de un hombre se asomó por la puerta medio abierta. Dando pasos medio cansados se acercó a la sentada y le medio plantó la mitad de un beso justo en medio de la frente.
-Buenas.
-Noches.
Y eso fué la mitad de lo que pasó esa media noche de la mitad del año.


Muchas vaces no nos damos cuenta ni de la mitad de las cosas que dejamos a medio hacer, medio decir, medio pensar.

Saturday, August 23, 2008

Un charco

A medio día, a las doce en punto salió Juan de su casa a todo correr. Le gritó a su mamá justo cuando estaba cruzando la puerta que iba a ir al jardín de Pedro a ver algo realmente increíble. La madre no pudo hacer más que soltarle una sonrisa y aconsejarle que no regresara muy tarde. Luego de tres cuadras a todo correr, el niño de nueve años y medio llegó a la casa de su amigo, tocó la puerta y en cuanto le abrieron entró como bólido hasta pisar el pasto del jardín. Se quitó los zapatos como pudo y saludó a Pedro jadeando y temblando de la emoción.
-¡¿Qué es?!
- ¡Sh! Los vas a asustar, mira en el charco que se hizo hace un mes.
-¡Está bien grande!
-Ya sé, no sé como le cabe tanta algua al pasto. Dice mi mamá que lo quiere sacar para que no se mueran las plantas, pero yo digo que mejor lo deje así. Mira, mete los pies y ven a donde estoy yo.
-¡Ay! ¡Está bien fría!
-No seas niña, mira, cállate para que pongas más atención.
-¿Es eso que se mueve?
-Sí, míralos más de cerca. Hace poquitos días no estaban, yo creo que salieron del pasto que está abajo, porque no había nada hace dos días. Yo estoy aqui todos los días y no vi nada.
-¡Ya los ví! ¿Qué son?
-Mi mamá dice que son ranas bebés, pero no parecen. Son más bien como peces cabezones. Hay unos que tienen puntitos. Y son bien rápidos, no se dejan agarrar.
-¡Hay que atrapar uno!
-¡No! Que tal que nos pica, mi mamá nos castiga.
-¿Me dejas llevarme uno? En un vaso de plástico, ¡ándale!
-Bueno, uno sí. Pero solamente uno.
Estuvieron los dos niños metidos en el charco, persiguiéndo a las extrañas criaturas que ahora vivían en el jardín de Pedro hasta que fue la hora de la comida. Juan se puso de nuevo sus zapatos, agradeció a la madre de su amigo y con un vasito de plástico lleno de agua en una mano y en la otra una galleta regresó a su casa, con mucho cuidado para no derramar ni una sola gota del agua verdosa que ahora se convertiría en su nueva mascota.

Thursday, August 21, 2008

Receta

Al entrar al consultorio llena de nervios el médico le suplicó que se sentara en la silla que estaba en frente de un sofisticado escritorio. Ahí fue que comenzó la entrevista.
-Dígame, ¿qué es lo que le molesta? ¿Qué la trae por aquí? Hasta dónde yo sé usted siempre ha sido una mujer muy sana y, para ser sinceros, no parece del todo enferma.
-¡Ay Doctor! Usted no sabes lo mal que me he estado sintiendo; no puedo dormir por las noches, y en las mañanas no me siento con fuerzas para levantarme. Me cuesta trabajo caminar, respirar, mirar cuando hay luz de sol.
-Pues cuénteme con todo detalle cada uno de sus síntomas, solamente así podremos ver qué es lo que usted tiene.
-Bueno, mire, para empezar: cada noche, cuando me acuesto, siento un dolor espantoso en el pecho, una punzada que me atraviesa y hace que la piel se me enchine como una gallina recién desplumada. Ya después que me acostumbro a la espina esa trato dormir, cierro los ojos, pero no los puedo mantener quietos por un instante, como si me dieran vueltas en contra de mi propia voluntad. Termino abriéndolos y me doy cuenta de que tengo frío, mucho frío, estoy helada desde los pies hasta la cabeza, sudando frío, poco, pero ya se ha vuelto algo molesto. La cabeza no me ha dolido por las noches. Después de un rato de insomnio, temblorinas y vueltas en la cama me termino levantando y hago cosas, de todo hasta que finalmente caigo como muerta en el sillón.
-Que cosas tan extrañas, ¿los síntomas anteriores solamente se presentan durante la noche?
-Eso sólo es cuando me acuesto, cuando me levanto la cosa es distinta. Para empezar me cuesta un trabajo enrome pararme del sillón de la sala o de donde haya caído la noche anterior, yo creo que son los huesos o tal vez la copa de vino que tomo antes de ir a la cama todos los días. Una vez que logro levantarme y ponerme en orden me doy cuenta de que la luz solar me lastima los ojos, que el ruido externo hace que me duelan los oídos, que cuando hace frío tiemblo sin parar, y cuando hace calor siento unos bochornos infames que no me dejan ni pensar. No me puedo concentrar, no me da hambre a las horas de la comida, desayuno o cena y el resto del tiempo el estómago me suplica por algo de comer. Yo creo que tiene algo que ver con la contaminación, ya ve usted que dicen que ha aumentado muchísimo y que eso hace mucho daño a la salud. O tal vez es que estoy agarrando una enfermedad tropical, como las que salen luego en los programas que todo el mundo vemos en las horas de insomnio.
-Ya veo. Dígame, ¿hace cuanto fue que usted soñó por última vez?
-¿Eso qué tiene que ver?
-Responda, por favor.
-Bueno... hace... como... mmm...
-Ya entiendo lo que le sucede. Lo que usted necesita es un buen abrazo, o en casos ya muy extremos, como me temo que es el suyo, un buen beso, uno de verdad, uno que la haga perder el aliento para poder recuperarlo durante el día. Uno que le robe el sueño una noche y luego se lo devuelva sutilmente. No es necesario que se lo ponga en receta. Y dígale a la secretaria que no es nada, ésta vez va por mi cuenta.
-Gracias Doctor- dijo incrédula y salió del consultorio derechita a su casa.
Esa noche, después de tomar lentamente una copa de vino tinto sentada en una silla y viendo hacia la cocina, se metió en la cama, cerró los ojos y esperó. Los párpados empezaron a temblar, los pies a congelarse y el sudor helado a surgir. Depronto ella escuchó algo dentro de su habitación, algo extraño y muy leve. Intentó poner más atención a aquel sonido, pero los oídos le zumbaban y decidió olvidarlo.
Estando ella desesperada por conciliar el sueño, con los ojos exprimidos y la almohada ya empapada sintió que un lado de su cama se hundía, como si alguien se hubiera sentado justo en la orilla, pero no quiso mirar, dando por hecho que su imaginación la estaba traicionando. La figura que se había sentado se acercó poco a poco a ella y cuando estuvo a punto de chocar su nariz con su frente dejó plantado un beso que le dejó los labios salados y resecos. En ese instante despareció. Y ella sobresaltada se levantó de un brinco. Al no ver a nadie en la habitación, se volvió a recostar y cerró nuevamente los ojos. Y durmió.

Friday, August 15, 2008

El del árbol.

Seis de la mañana. Frío. Sueño. Hambre. Asco. Cansancio. Dolor de muelas. Pastillas. Luz. Y luego viene la parte bella. Regreso. Tráfico. Tiempo: cuarenta y cinco minutos. Hambre. Sed. Y vuelve la parte bella. Sueño de nuevo. Pereza. Camino. Baches. Saludos. Risas. Gritos. De nuevo la parte bella. Flores, blancas, ¿las compro?. No. Agua de limón. No la bebo. Desorganización. Corage. Tensión. Emoción desagradable. Frío (por adentro). ¿Y la parte bella? Soledad. ¿Real? No lo supe. Llanto. Coche. Llovizna. Gritos. Lágrimas. Un abrazo. Despedida. Lluvia. Música. Llanto. Soledad. Manos heladas. Pies también. Alma... también. Gritos bajos. Rechinido de puertas. ¡Basta! Otro abrazo; el de un árbol.

Thursday, August 14, 2008

¿Qué día es hoy?

Todos los días en los que te levantas están numerados, cada uno con su código especial e irrepetible; porque cada día es irrepetible, o eso dicen. No solamente el día está fichado, también las horas y los minutos. Cada momento tiene un número, una fecha, una hora. ¿Qué día es hoy? Suele la gente preguntarse cuando despierta. Las actividades están programadas, todas puestas en un número exacto o aproximado, pero al final: un número. Lunes, martes, miércoles. ¿Qué pasaría si no estuviera todo contado? ¿Si nada se registrara? ¿Si el tiempo corriera libremente, sin ninguna medida, parámetro, atadura? Todo sería tan distinto. No sé si sería bueno, pero sí diferente. Jueves, viernes, sábado. Todos los días saben diferente, huelen, se sienten; unos mojan, otros queman, y hay algunos que nada más te miran mientras lentamente van caminando lejos para ser luego archivados por unos y olvidados por otros.
Hoy tiene un número y una hora, en algún lugar de éste espacio se registrará esa información, pero a mí no me importa, ni la hora ni el día. Yo solo sé que el día fué bueno y la noche será mejor.

Tuesday, August 12, 2008

Cuéntame un cuento.

Brucilla: Cuéntame un cuento.
X: ¿De qué lo quieres?
Brucilla: De lo que sea, no me importa mucho la verdad, un cuento que trate de cualquier cosa.
X: Pero, no me sé ninguno.
Brucilla: Invéntalo, no tiene que ser uno ya hecho. Los cuentos frescos siempre son mejores.
X: Esque... no se me ocurre nada ahorita.
Brucilla: Por favor, aunque sea cortito.
X: ¿Por qué quieres un cuento?
Brucilla: Porque cuando me cuentas uno mi mente vuela hacia otra realidad, porque veo lo que hay en tu imaginación, en tu cabeza y muy profundo en tu alma. Porque sé que te esfuerzas en que quede bien hecho, porque tus cuentos son únicos. Porque tú eres único. Porque tengo ganas de soñar con ese cuento, que no se si me contarás, y con tu voz en el fondo contándomelo. Porque si hay algo que me salva en un día como hoy; con cielos amarillos y nubes rosadas son tus cuentos.
Y con una sonrisa franca, la mira y dice muy bajito:
X: Había una vez...

Sunday, August 10, 2008

Cita 1.

"Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir, viendo estas costillas: 'Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito.' "

-Sor Juana Inés de la Cruz.