Tuesday, February 24, 2009

La huida

Si huyes conmigo:

podríamos viajar tan lejos como quieras tú.
podría abrazarte.
podría hablarte.
podría dejarte hablar.
podría contarte secretos.
podría abrir la puerta verde de la chapa de plata.
podría dejarte.
podrías tenerme.
podría olvidarte.
podríamos recorrer mares eternos y ver sus olas coronadas de espumas blancas.
podrías besarme.
podría sonreír.
podrías dormir en el camino, yo manejo.
podría contarte cuentos, o podrías hacerlo tú.
podríamos imaginar.
podrías ver muchas estrellas, o muchas nubes, o muchas lunas, o muchos soles.
podríamos descubrir.
podríamos cantar.
podría bailar contigo y tú conmigo.
podríamos pescar.
podríamos gritar.
podría subirme en tus hombros y ver más alto.
podrías contar chistes, o reírte de ellos.
podríamos llegar a algún lado.
podríamos parar.
podríamos respirar.
podría suspirar.
podríamos pensar, sin discutir.
podríamos escribir.
podríamos cerrar los ojos.
podríamos callar.
podríamos dejar la filosofía, la poesía, la razón encerradas en una caja de cristal dentro del barco y, sobre un pasto muy verde, descansar.

Monday, February 23, 2009

En cama

La gota fría logró hacerle suficientes cosquillas en la frente para despertarla. Abrió los ojos con trabajo, sus párpados parecían estar acartonados de tanta sal transpirada. Una punzada de dolor atravesó su cráneo de sien a sien, pero esto no logró tumbarla de nuevo. Al incorporarse se dio cuenta de que era medio día y el cuarto estaba vacío. Vacío de personas al menos. La luz pálida de la ventana dibujaba la figura esbelta de la criatura que la acompañaba al pie de la cama cubierta de sábanas revueltas y húmedas. Aquél ser la miraba con una tercia de ojos minúsculos y claros que parecían tres agujeritos perforados en una superficie oscura y estriada. Parecía un tronco plantado en la alfombra. De los costados del extraño salían dos pares de brazos escuálidos que terminaban en una triple división. No tenía piernas, ni orejas. Pero había una línea delgada marcada en el lugar que debería ser ocupado por la boca. La línea se abría y cerraba muy lentamente emitiendo un sonido como el rechinido grave de los árboles en la noche. Ella lo miró sentada en el colchón, inmóvil. Los escalofríos seguían recorriendo su piel pálida y las ojeras eran más profundas cada minuto que pasaba. Pero ella no se movía. No quería parpadear ni respirar ni tragar la saliva que se acumulaba lentamente detrás de sus labios partidos. Cualquier movimiento podría provocar una catástrofe. O no. Pero nunca hay que arriesgarse y mucho menos cuando la fiebre aumenta y la criatura sigue mirando. Finalmente, el visitante se movió. Arrastró su cuerpo hasta detenerse a un lado de la enferma. Levantó muy lentamente uno de sus cuatro brazos y, abriendo la supuesta boca más de lo habitual, tocó el hombro de la niña, llenándola de una cálida sensación que se esparció poco a poco hasta hacerla caer profundamente dormida. Otra vez.

Friday, February 20, 2009

La de su preferencia

  1. El tiempo es la medida de la destrucción.
  2. Espero conocer al turista del futuro.
  3. Soy un psicótico en potencia.
  4. Somos como una pizza.
  5. "La poesía es, en verdad, el infierno."
  6. Todo se dice de muchas maneras y de ninguna a la vez.
  7. Vivimos en una eterna metáfora.
  8. "Cuantas zarzas me han arañado, pero no lloré"
  9. El medio importa, necesitamos algo que atravesar.
  10. Lo que está en acto todo el tiempo está fuera del tiempo.
  11. "Everybody is less mysterious than they think they are"
  12. Un beso de la paz.
  13. Por el perro,oh, Laques, el más sabio de todos los mortales.
  14. Se solicita traductor de latín.
  15. I'm fine, thanks for asking. (Though you did not)
  16. Vemos estrellas fijas.
  17. El átomo de la vida se caracteriza por ser caliente, por ser de fuego.
  18. Plutón, mi errante favorito.
  19. Éter contra Pneuma.
  20. Los animales imperfectos no tienen padres.

¡Sírvase!

Wednesday, February 18, 2009

Espacio sideral [exterior]

-Es infinito. ¿O no? Bueno no, si fuera infinito... ¿nos moveríamos? Si no nos moviéramos no habría tiempo, entonces todo estaría sujeto a una estática eterna. Yo no podría decir todo esto. Ni siquiera pensarlo. Creo que no es infinito. No, no lo es.
-Bueno.
-¿No vas a discutir?
-No.
-Nunca discutes.
-No.
-¿Por qué?
-No estoy aquí ahora para discutir.
-¿Entonces?
-Ya lo sabes.
-¿Las sombras?
[Silencio acompañado de un guiño sutil]
-Qué aburrido, las sombras también pueden ser infinitas ¿no?
-Pueden.
-Pero no lo son ahora, te veo.
-¿Cómo sabes que yo no soy una sombra?
-No lo sé. Pero no creo que lo seas, las sombras me asustan, y tú no.
[Silencio acompañado de un guiño sutil, como siempre]

Kube y Brucilla, 11:33 pm.

Thursday, February 12, 2009

Doble

El sonido metálico y pesado solamente llegó a los oídos distraídos del perro que dormitaba en la banqueta aquella madrugada, que inmediatamente percibió el olor proveniente de la cloaca y huyó hasta no poder captarlo más. Jadeando estruendosamente, el responsable del movimiento de la coladera logró apoyar su cuerpo sobre sus antebrazos empapados y salir de ahí. El frío y, sobre todo, la incertidumbre lo hacían temblar de tal forma que apenas podía sostenerse en pie. Finalmente se rindió y cayó sobre el pavimento acompañado por un sonido húmedo y viscoso. Cerró los ojos con fuerza y tensó cada uno de sus músculos para evitar los escalofríos. ¿Dónde estaba?

Cuando tuvo la fuerza suficiente se sentó en la orilla de la banqueta gélida y tenuemente iluminada por la luz amarilla del farol callejero. Todavía temblando, metió una mano en el bolsillo y sacó una cajetilla de cigarros. Estaba empapada, y su contenido, completamente desecho, se había convertido es una especie de engrudo que, mezclado con la pestilencia de las aguas negras de las que había salido, era grotesco e insoportable. Con un sonoro resoplido azotó la cajetilla contra el suelo y enterró la cabeza entre sus manos húmedas y hediondas. Luego de unos minutos, buscó el nombre de la calle en la que se encontraba pero no lo reconoció al leerlo. No recordaba nada. El frío comenzaba a notarse en su piel, cada vez más azulada, pero a pesar de esto decidió deshacerse de la chaqueta y comenzar a moverse para no congelarse en medio de la nada citadina.

Al quitarse la pesada chaqueta divisó algunas manchas oscuras pegadas a sus brazos. La luz era tan escasa y su cerebro tan confundido que no supo de qué se trataba. Tomó una de las manchas entre sus dedos y la acercó a sus ojos, enrojecidos por el agua de las coladeras. Era una pluma negra. Con desesperación arrancó de sus brazos las demás que se le habían adherido y comenzó a caminar en la dirección que el sentido de la calle marcaba. Con forme se iba moviendo el frío iba desapareciendo, pero también se daba más cuenta de que las plumas negras no se habían pegado solamente en los brazos, sino en todo el cuerpo. Con trabajos las arrancó una a una mientras caminaba lanzándolas tan lejos como podía.

La humedad en su ropa disminuía y parte del olor se iba con ella. El amanecer estaba llegando y el cielo se teñía lentamente del gris contaminado de siempre. A esas horas ya había coches transitando por las calles y, poco a poco, las luces en las ventanas indicaban que los habitantes de aquel lugar estaban despertando.

Finalmente, reconoció su calle y caminó pesadamente hasta llegar a su cuarto, donde se desplomó sobre la cama deshecha y abultada. Pero algo no lo dejaba descansar; una punzada aguda en el costado derecho comenzaba a molestarlo. Se levantó sin ganas y dio dos pasos para llegar al espejo del cuarto de baño. Ahí se deshizo de la sucia y agujereada camiseta y soltó una exclamación de terror al mirarse en el espejo. Estaba herido, cubierto de rasguños y moretones y apenas se podía distinguir el tatuaje de su hombro izquierdo. Pero lo que más le preocupada era la llaga que se abría en su costado derecho. Instantáneamente se desnudó y entró en la regadera de agua helada soltando un grito de dolor. Al terminar vendó las heridas graves y cayó profundamente dormido.

Al despertar sintió la necesidad de salir, de tomar aire nuevo, de lanzarse desde la punta de su edificio. Y sumido en la más grande ansiedad abrió la ventana y saltó, armado con una chaqueta y una cajetilla nueva de cigarros. El aire de la noche recién llegada inundó sus pulmones y sus brazos se agitaban desesperados. El suelo llegó más rápido de lo que se imaginó, pero él no cayó.

Friday, February 06, 2009

Ola

Mala noche.
Agua fría.
Desayuno escaso.
Camino turbulento.
Clase corta.
Lógica sin lógica.
Historia lenta.
Recorrido soleado.
Semáforos rojos.
Mejillas enrojecidas.
Ojos húmedos.
Piernas entumecidas.
Cerebro atrofiado.
Miedo en el cine.
Párpados pesados.
Pies acalambrados.
Negociaciones.
Escalofríos.
Lágrimas.
Gritos.
Música estruendosa.
Palabras.
Ideas confundidas.
Cansancio extremo.
Extremo.
Noche.
Luces.
Voces.
Recuerdos.
Preguntas.
Silencio.
Respiro.
Tres extraordinarias películas.
Pijama cómoda.
Ojos hinchados.
Soluciones.
Fórmulas.
Sillón.
Cobijas.
Taza caliente.
"I brought you flours"
Finalmente, una, solamente una, pero enorme, satisfactoria y reconfortante sonrisa.

GRACIAS
(Un día realmente malo con un final excepcional)

Monday, February 02, 2009

Anoche y muchas más

-Estás sentada en una silla, cómoda, en tu posición habitual (esa que amenaza con hacerte reventar como una liga muy apretada en cualquier momento). La silla está dentro de un salón, como de escuela, que tú ya conoces. Vacío. Ese silencio que hace eco te molesta, pero sabes que estás segura. No quieres abrir los ojos, porque conoces lo que habrá a tu alrededor: más sillas vacías, luz blanca y las ventanas empañadas. El tiempo va pasando y se escucha. Se oye cómo avanza y eso es lo que hace el eco que está sembrando una semilla dentro de tí. El pequeño implante es tan insignificante que no sabes qué es. No importa, ahí está y crece, muy lento. Su nuevo tamaño te hace sentir escalofríos en el vientre. Ahora en tus dedos de los pies. Los de las manos también. Los párpados tiemblan. La piel se te ha enchinado pero no hace frío. Tiemblas entera y no sabés por qué. En la cabeza solamente te caben preguntas, no hay una sola respuesta. No hay una sola respuesta. No la hay. No la sabes. Y tiemblas de incertidumbre, eso es lo que el tiempo te plantó dentro y que ahora te come. De un golpe, despiertas sudando. Ya ha amanecido.
-El día es muy claro y el agua parece un espejo delicadísimo. La temperatura es perfecta. Todo es perfecto. Disfrutando cada instante quedas completamente bajo el agua y puedes respirar ahí. Abres los ojos y puedes ver el suelo lodoso poblado de plantas que se mecen tranquilas. Hay muy pocos peces grises. Decides no moverte. Todavía quedan algunas burbujitas que suben rápidamente por tu piel, haciéndote cosquillas. Sonríes. Tu piel se empieza a arrugar y el cielo ya no es tan claro, parece que las nubes lo han invadido. Es ya la tarde y solamente escuchas las amenazas de tormenta que vienen desde afuera. Ya es hora de irse. El aire mueve la superficie y se vé frío. Si no sales ahora corres el riesgo de enfermar, de que la noche te atrape, de perderte. Pataleas lentamente hasta llegar a la superficie, pero no logras salir. Ésta parece ser sólida. Se mueve, ondea, salpica, pero no te deja salir. Y la desesperación toma posesión de tí. Tus puños se estrellan con la superficie helada, pero no se rompe. Estás atrapada. No puedes gritar, ni llorar, ni hacer nada. De un golpe, despiertas sudando. Ya ha amanecido.
-El lugar en donde estás te parece muy familiar. La única diferencia es que ahora está lleno de gente. Andando por las escualeras, entrando a cada cuarto, hablando, corriendo. Todos mantienen el mismo tema de conversación, pero tú aún no lo has descubierto. Algo está pasando, algo importante. Preguntas qué ocurre, pero no contestan. La prisa va en aumento. La gente te empuja, no te mira. No entiendes qué pasa. Los empujones se convierten en golpes y caes por las escaleras. Te pisan y no puedes levantarte. El aire falta ahí abajo. La gente sigue tropenzando contigo, y te lastiman. Duele. De un golpe, despiertas sudando. Ya ha amanecido.
-Esperas sentada en el silloncito de siempre. La música esta tarde es especialmente mala y hace un calor insoportable. Quince minutos de retraso, como era costumbre. Finalmente llega abriendo la puerta con estruendo. Sus pasos apresurados se detienen en frente de tí como si fuera obligatorio. Ahí te miran sus ojos azules, duros e impenetrables, como nunca los habías visto, pero siempre los habías imaginado. Te levantas y él te toma fuertemente de los hombros, apartándote lo más posible. "Adiós". Te suelta y se marcha. Tú lo llamas por su nombre, pero ni medio sonido sale de tu boca. Gritas, pero nadie te escucha. Caes desplomada en el sillón. Las luces se apagan, el local cierra y ahí permaneces. Quieta. Pensativa. En silencio. Con trabajos detienes las lágrimas en el borde de tus ojos, no quieres dejarlas caer sin antes haber entendido el motivo. De un golpe, despiertas sudando. Ya ha amanecido.
Abro los ojos con mucho trabajo. Tengo demasiado sueño. Todo está oscuro, pero prefiero la oscuridad real que la luz imaginada en cada sueño. Debo luchar por no caer de nuevo dormida. Pero el cansancio es tanto que me vence poco a poco. Extraño tanto al insomnio. Lo extraño tanto.