Saturday, June 30, 2007

Entre plumas negras

Desde su ventana se veía mucho más hermoso aquel rojo atardecer. El silencio era ocupado por los innumerables suspiros que su corazón iba soltando. Con los brazos cruzados empezó a temblar levemente y su cuerpo se mecía hacía atrás y adelante muy lentamente. El cielo seguía oscureciéndose y él no se movía de aquella ventana que comenzaba a empañarse. Cuando el cielo estaba completamente negro y las luces de su habitación eternamente apagadas fue que dió un paso hacia atrás con cuidado de no tropezar. Sus ojos se humedecieron. Depronto sintió un dedo cálido que rozaba su gélida mejilla, cerró los ojos y dejó que las lágrimas fluyeran salando su tersa piel. La mano misteriosa lo tomó de la barbilla muy suavemente y levató su rostro. Lo miró con ternura y acercó sus labios blancos a su oído, sopló unas palabras y él calló desplomado contra el suelo, pero justo antes de golpearlo estruendosamente fue detenido por aquellos frágiles brazos que lo levantaron completamente del piso. Secó las lágrimas con un pañuelo negro y lo llevó escaleras abajo, luego abrió la puerta y, ya afuera, alzó el vuelo.
Así le habían dicho que es la muerte: entre plumas negras.

Wednesday, June 20, 2007

¿Por qué?

-¿Por qué el tiempo engaña y la imaginación descubre? ¿Por qué el todo puede llegar a ser una nada? ¿Por qué la puerta ahora está cerrada? ¿Por qué el negro puede iluminar, o al menos hacernos creer que puede? ¿Por qué cada segundo morimos más? ¿O vivimos más? ¿Por qué un pie puede quedarse plantado? ¿Por qué la Luna ya no habla, solo mira? ¿Por qué las palabras pierden significado? ¿Por qué hay más estrellas? ¿Por qué voló el pez? ¿Por qué vives sentado? ¿Por qué puedo tocar el cielo? ¿Por qué corres? ¿Por qué duermo? ¿Por qué ahora podemos ver? ¿Por qué se secó? ¿Por qué sonrío? ¿Lo sabes?- después miró al oscuro cielo, la duda consumiéndola, y esperó a que llegara la respuesta.

Saturday, June 09, 2007

Cielo líquido

Caminando por el mismo camino terroso de siempre, iba con los ojos cerrados; para qué abrirlos si ya se lo sabía de memoria, para adelante y para atrás. El niño pateaba las piedras imaginarias que iba encontrando, a veces gritaba al aire palabras que inventaba y después soltaba una carcajada, eso le parecía divertido.
Terminó de subir el primer monte que lo separaba de su casa y abrió los ojos, el camino que no estaba empinado era más complicado y le daba miedo perderse en un campo tan grande. El pasto crecía conforme avanzaba, los árboles cada vez eran más, el viento empezó a soplar helado, pero el cielo no quiso cambiar su vestido azul turquesa bordado con nubecitas blancas esponjosas.
El chaval seguía andando a buena velocidad hasta que se distrajo con un escarabajo azul que le empezó a zumbar a un lado de su hombro derecho, intentó atraparlo, le gritó que no le manchara la camisa recién lavada, corrió y se escondió de él, intentó ignorarlo y cuando silbaba con los ojos cerrados para despistarlo sintió como uno de sus zapatos se hundía en un líquido frío. Abrió los ojos de golpe y soltó un gritito antes de perder el equilibrio y caer hacia atrás. Poco a poco se puso de rodillas y se asomó a ver qué era lo que había pisado.
-¡Ah, caray!- exclamó casi en un susurro al darse cuenta de que lo que había pisado era...- ¡un pedazo de cielo!
El niño se levantó lentamente y miró con más detenimiento, sin acercarse mucho y observó con cautela la masa líquida que se extendía en la tierra, mojándola. Era azul, pálido pero muy parecido al del cielo actual, también tenía dos nubecitas blancas dibujadas, pero lo más importante: se podía ver el mismo escarabajo azul que volaba ya muy alto en ese pedazo de suelo empapado, no cabía duda, era un cacho de cielo...
Emocionado miró a su alrrededor, no había nadie, así es que se sacudió la tierra de los pantalones raídos, se quito los zapatos, que le quedaban flojos, para poder correr más rápido y se apresuró a llegar a su casa, para contarle a su mamá que aquella tarde había caído en un pedazo de cielo.

Y las tinieblas llegaron

Brucilla, temblando, cerró los ojos frente a su espejo de plata, en una mano empuñaba la pluma negra y con la otra buscó desesperadamente los helados dedos de su Maestro, pero ahí no estaba. Abrió lentamente los párpados y trató de gritar al ver su reflejo en el espejo; su mirada se ensombrecía como si un polvo carbonoso la pintara poco a poco... las tinieblas de las que habían hablado antes llegaron.

luz sin tinieblas

-Maestro, ¿existe la luz sin tinieblas?
- No Brucilla, sin tinieblas, la luz no existe.

Con pestañas empapadas y pesadas

Crucé la puerta de cristal, después de hablar en un susurro. Mis zapatos se llenaron de lluvia. Caminé rápidamente, sin pensar en que al pisar cada charco mis pantalones beberían su agua helada. Sentí los escalofríos correr, y la distancia que tenía que recorrer parecía alargarse con cada gota que caía. Sentí mi mano siendo apretada y sonreí, con las mejillas escurriendo y las pestañas pesadas. Mis pasos se fueron alentando y sin darme cuenta me detuvo en seco y no tuve más frío, sentía los latidos del corazón ajeno al mío retumbando dulcemente contra mi pecho. Mi barbilla fué levantada con cariño y de nuevo sentí el agua correr desde mi frente empapada. Depronto no sentí nada más que un agujero en el estómago, las cosquillas recorrían cada dedo de mis pies, y la lluvia ya no era fría, las nubes no fueron grises, mis ojos no querían abrirse. Mis hombros cada segundo goteaban más, pero el tiempo estaba detenido. Poco a poco los segundos corrieron de nuevo, mis oídos captaron los truenos que rasgaban el cielo, me separé y volvi a caminar hacia el destino ya fijado, mis dedos no temblaban como el resto de mi cuerpo. Bajo una sombrilla goteante me quede en pie, mi corazón seguía latiendo muy fuerte. Lo miré con las pestañas empapadas y él... me miró.