Thursday, January 15, 2009

La carta

Un semana y media fue el tiempo que tardó en escribir la carta en hojas amarillentas. Cuando empezó todo fluía, cada palabra se dibujaba bella en el papel, el grafito corría como si tuviera una prisa incontenible. Pero con el paso de los días quedó estancada, las ideas y sentimientos eran tan confusos que ponerlos en la hoja de papel se convirtió en un trabajo arduo y complejo; la maraña oscura y pegajosa que quería encerrar entre los fríos renglones no se dejaba de mover y retorcer dentro de ella. En el papel se estaba quedando mucho más que los pedazos de goma quemada y los tachones grises, pero al fin y al cabo ese era su propósito: arrancar el nudo vivo y extenderlo para poder descifrar sus misterios, los mismos de la autora. El último par de días fueron los más pesados, las lágrimas brotaban al mismo tiempo que las letras rasgaban los renglones. El lápiz se resbalaba de sus dedos que sudaban frío y temblaban a esas horas de la madrugada. La necesidad de escupir el punto final no la dejaba dormir por las noches y la hacía quedarse en cama con los ojos abiertos durante el día. Esa carta tenía ahora la llave de todas las cerraduras, todos sus secretos regados, tenía la fórmula necesaria y única de su autora. Agotada, el décimo día en la madrugada logró tatuar el punto final seguido de su firma temblorosa pero segura. Con mucho cuidado acomodó las hojas quebradizas, las dobló y las encerró en un sobre de papel blanco. Era hora de asignarle destinatario, alguien a quien confiarle aquel resultado. Tras horas de meditación el sobre quedó en blanco por la parte de adelante y la trasera indicaba la fecha con números irregulares. La carta terminó dentro de una caja roja con tapa punteada en la que descansan ese y muchos secretos más, todo debajo de la cama. La carta tiene la llave, tiene la fórmula, tiene las respuestas, tiene a su autora.

4 comments:

Anonymous said...

Deseo que descanse tranquila, que cuide los secretos, que mantenga en su interior las tormentas y los dolores. Que su función de "guarda-corazón" la cumpla plenamente.

Son mis deseos.

F. said...

No esconda a la autora, recuerde que nadie enciende una lámpara para colocarla debajo de la mesa.

HAKUNA MATATA :).

Meruti Mellosa said...

Al parecer sí se aprende de la tristeza, pero tendrá que ser dialogada en algún punto, la medida puede variar.

Me gustó el cuentico. Creo que hasta es una metáfora, no sólo de la soledad, sino también de la soltería.

Anonymous said...

Me gustó, demuestra autenticidad y realidad. Me identifique en la parte del final, donde solo las esconde. No quiere publicarlas, no les sirven para nada mas que para poder en ellas escribir. thumbs up. No te conozco pero me gustaria.