Escenario: una cafetería.
Personajes: un cliente muy alto(A) y una mesera detrás de la barra (B).
B: Hola, ¿qué te doy?
A: ¿Qué tés helados tienes?
B: Todos los que están en el menú y acaba de llegar uno nuevo: es chino con sabor a galleta.
A: ¿Té con sabor a galleta?
B: Sí, es lo más nuevo que tenemos.
A: Bueno, dame uno de esos entonces, helado por favor.
B: ¿Quieres que le ponga tapioca? Es también una nueva adquisición.
A: ¿Tapioca? ¿Qué es eso?
B: Nuestra nueva adquisición para los tés helados y los cafés fríos.
A: Bueno, pues échale tapioca.
B: En un momento te damos tu té, ¿quieres una galleta para acompañarlo?
A: ¿Cuál me recomiendas?
B: Nos acaban de llegar unas galletas con sabor a té verde.
A: ¡¿Galletas con sabor a té?! No, gracias, nada más el té.
B: En un momento te lo entrego.
Resultado: El vaso de plástico contenía una sustancia espesa y de color morado claro, no lila, morado. La sustancia helada hacía que el vaso sudara. En la parte del fondo del contenedor se veían unas bolitas negras suspendidas en el líquido, éstas estaban a una temperatura muy alta, cada bolita era del tamaño de una mora azul. En conjunto, la bebida parecía un monstruo salido de un cuento para niños. Un té que efectivamente, sabía a galleta y tenía tapioca negra y grande en el fondo.
Nota personal: ¡¿Por qué el té tiene sabor a galleta y viceversa?! Hay que aceptar que el té es té y siempre va a ser té, es bueno siendo té, teniendo sabor a té. Las galletas son galletas, con sabor a galleta, con olor y textura de galleta, son buenas siendo galletas, no té. El té debe de ser té y las galletas deben de ser galletas.