La gota fría logró hacerle suficientes cosquillas en la frente para despertarla. Abrió los ojos con trabajo, sus párpados parecían estar acartonados de tanta sal transpirada. Una punzada de dolor atravesó su cráneo de sien a sien, pero esto no logró tumbarla de nuevo. Al incorporarse se dio cuenta de que era medio día y el cuarto estaba vacío. Vacío de personas al menos. La luz pálida de la ventana dibujaba la figura esbelta de la criatura que la acompañaba al pie de la cama cubierta de sábanas revueltas y húmedas. Aquél ser la miraba con una tercia de ojos minúsculos y claros que parecían tres agujeritos perforados en una superficie oscura y estriada. Parecía un tronco plantado en la alfombra. De los costados del extraño salían dos pares de brazos escuálidos que terminaban en una triple división. No tenía piernas, ni orejas. Pero había una línea delgada marcada en el lugar que debería ser ocupado por la boca. La línea se abría y cerraba muy lentamente emitiendo un sonido como el rechinido grave de los árboles en la noche. Ella lo miró sentada en el colchón, inmóvil. Los escalofríos seguían recorriendo su piel pálida y las ojeras eran más profundas cada minuto que pasaba. Pero ella no se movía. No quería parpadear ni respirar ni tragar la saliva que se acumulaba lentamente detrás de sus labios partidos. Cualquier movimiento podría provocar una catástrofe. O no. Pero nunca hay que arriesgarse y mucho menos cuando la fiebre aumenta y la criatura sigue mirando. Finalmente, el visitante se movió. Arrastró su cuerpo hasta detenerse a un lado de la enferma. Levantó muy lentamente uno de sus cuatro brazos y, abriendo la supuesta boca más de lo habitual, tocó el hombro de la niña, llenándola de una cálida sensación que se esparció poco a poco hasta hacerla caer profundamente dormida. Otra vez.
Palabras
1 week ago
2 comments:
Seguro que tenía demasiada calentura, ya estaba delirando feo...
¡pobrecita, dénle una aspirina!
Supongo que las sorpresas y novedades pueden hacernos mejorar, si las dejamos.
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