Monday, November 10, 2008

Dos

A través de la ventana todo era oscuro todavía. Faltaba poco para que las luces lilas iluminaran la bóveda celeste. La ventana permanecía cerrada, ella, con una manta sobre los hombros y encogida sobre un banquito respiraba empañando la ventana con la nariz casi pegada al cristal. No sabía exactamente qué era lo que veía, pero no quería dormir. La cama no la recibiría con los brazos abiertos esta vez. Tenía también los pies acalambrados de tanto estremecerse y la piel ya no sentía el frío que se colaba por el cristal. Ella simplemente esperaba algo desconocido, con los ojos entrecerrados, sin llorar ni sonreír, sin sentir absolutamente nada que no fuera el sueño y cansancio presionando su espalda, poco a poco logrando que se encorvara más y más.


El cielo empezó a cambiar, no fue un espectáculo memorable, parecía que el cielo estaba nublado y no dejaría pasar los rayitos de sol tímidos de la época. Con forme la luz aumentaba ella se iba incorporando, como un árbol que se descongela al llegar la primavera. Sus huesos crujían levemente, eso le gustaba. Como mantuvo los brazos cruzados la manta que la cubría cayó repentinamente al suelo, pero eso no bastó para que apartara la mirada de la ventana. El jardín de la entrada brillaba como si hubieran esparcido cristales muy pequeñitos en él, el rocío en las flores combinaba con los pétalos de cada una de sus dueñas, todas decoradas con esa fina y delicada joyería. Ya no eran segundos, ni minutos; eran horas las que pasaban escurriéndose como las gotas de agua fría que bajaban de repente por la ventana, haciéndola ver como si fuera una cortina de seda transparente rasgada.
Finalmente el sol se asomó. Al verlo, ella saltó de su asiento, cambiando completamente la expresión de su rostro, antes rígido, por uno de mejillas sonrosadas y ojitos brillantes. Abrió con fuerza el seguro de la ventana y la deslizó hasta que una ráfaga de aire fresco llenó la habitación, revolviendo algunas de las hojas de papel regadas por el suelo. Sin poder contenerse, bajó corriendo las escaleras y abrió la perta de enfrente. Su falta roja bailaba al compás de su paso agitado, iba descalza y con el pelo suelo. La sonrisa ya no le cabía en la cara. Soltaba risotadas de repente, como si estuviera loca de felicidad. Alzando las manos para abrazar las nubes blancas dio una vuelta, mirando siempre hacia arriba. Se detuvo poco a poco, ahora cerrando los párpados suavemente. Y una vez estática, respiró. Tan hondo como pudo. Abrió los ojos nuevamente y, con el mismo paso apresurado y alegre, salió al camino, para contagiarse de la gente, del mundo que ella tanto amaba.

2 comments:

F. said...

Me suena a una crisálida.
Muy bonito.
Rebirth.

Anonymous said...

... ¿y luego?... me dejaste picada, casi estoy oyendo esos pasos descalzos y la respiración agitada.

Un beso, Yo.