Las botas se habían quedado afuera y la tormenta ya había llegado justo antes de aquel momento en el que el cielo empieza a entintarse. El hule azul hacía que las gruesas gotas y pedazos de hielo resabalaran con facilidad, pero por dentro estaban empezando a inundarse sin remedio. Dentro no había tanto frío como parecía, pero las cortinas a medio cerrar hacían que la estancia se tornara azulada y hasta lila en algunas ocasiones. La electricidad no era una opción viable, podía resultar peligrosa con tantos relámpagos silenciosos cayendo por los caminos.
A la puerta tanta lluvia no le sentaba nada bien, su pintura azul pálido ya estaba cediendo y se empezaba a ver la capa verde de la pintura anterior en las esquinas. Debajo de ella había ya un charco lo suficientmenete grande como para humedecer el tapetito de la entrada. Los cristales crujían, algunas tejas se rompían y nadie hacía nada al respecto, el cielo azul había ido a otro lado.
Había unas florecillas color azul rey, sobre la mesita de noche, que se estremecían como temblando por el miedo, o la emoción; siempre es cuestión de enfoques. La cama estaba deshecha completamente; las sábanas revueltas y echadas en el suelo parecían una montaña de nieve azul pálido. Había también plumas azules del pajarito que escapó la mañana anterior, tazas sucias en el fregadero, también azules, listones de seda en el tocador... azules.
Tmabién había algo más: unos ojos, que no eran azules, sino más bien marrones y oscuros, que miraban a travéz de la ventana hacía el jardín que antes del granizo había estado coronado de lirios e iris (azules), esos ojos veían más allá de la reja que rodeaba la casa, más allá del árbol lleno de nidos y más allá del auto viejo color azul oscuro que reposaba ahí desde hacía tanto tiempo. No eran azules, como el vestido de su dueña, ni como el pelaje de su gato, ni como las escamas de su pez, no eran azules, como todo lo demás.
3 comments:
Bastante azul... ya lo creo.
Una linda descripción de un momento de silencio bastante frío... hasta lo sentí.
Un besote!
Pero por supuesto que el cielo azul se había ido a otro lado. Se refugió dentro de la casa, en sus paredes y sus tazas, en sus escamas y hasta en sus botas de hule, cautivado sin remedio por un par de ojos marrones que observaban el granizo y más por la cortina entreabierta.
Lo bello es común y lo precioso, exótico.
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