Monday, July 20, 2009

Inmensa

Cerraba los ojos para el primer jalón, que no era violento ni repentino, pero el vértigo siempre me ha acosado al tratarse de grandes distancias verticales. Con una velocidad moderada subía, más y más, hasta sentir los pies descalzos cubiertos de brillante escarcha. Luego abría los ojos, mirando hacia arriba. La oscuridad infinita me esperaba con los brazos abiertos de par en par, y yo atravesaba la atmósfera siempre sonriente, disfrutando de cada escalofrío mortal, de cada nervio adormilado, de cada centímetro de mi cuerpo que se azulaba. Sin dejar de subir miraba hacia abajo, para darme cuenta de que todo quedaba ahí, atrapado en esa esfera brillante. Todo se volvía parte de lo mismo, y yo lo miraba entero. La sorpresa y emoción llenaban mis pulmones, que ya no necesitaban de aire para funcionar. Mi estómago se llenaba de mariposas invisibles que revoloteaban alocadas. Me encontraba sola, subiendo dentro de esa inmensidad oscura, dentro del vacío que luchaba por traspasar mi piel, por destrozar mi cuerpo, por poseer mi alma. Pero yo no lo dejaba entrar, ni por mis oídos, ni por mis ojos, ni por mi boca. El vacío estaba ahí, pero nunca formó parte de mí para lograr que yo me convirtiera en parte de él. Finalmente veía mi destino, tan plateada como siempre me esperaba. Lento, los dedos de mis pies enterraban sus puntas en la fina arena gris y, ligera como nunca, caminaba yo hasta mi lugar favorito. Donde todo era belleza, silencio y paz. Donde yo lo veía todo encerrado en una burbuja que se iba iluminando con forme el Sol llegaba. Sentada y hecha nudo, esperaba a que llegara la hora de regresar para formar parte, una vez más, de esa enormidad limitada. Lo miraba conmovida, feliz. El agotamiento ganaba sus batallas y lograba que mi cabeza se llenara de arena de plata, mis ojos se cerraban y dormía. Nunca pude descifrar el regreso; todas las mañanas, luego de viajar, amanecía sobre mi cama, con algunas motas de polvo lunar en las plantas de los pies y la cabeza llena de ese silencio total y hermoso que solamente ahí arriba existía. 

Cuarenta años pasaron desde que por primera vez se miró a la Tierra desde ese espejo de plata que nos observa cada noche. Cuarenta años de que alguien se dio cuenta de la razón por la cual romance que sostienen nuestro planeta y la Blanca es eterno. Belleza, silencio y paz.


2 comments:

uh uh uh said...

Se te olvidó la parte más importante.

Se confirmó que la tierra sí es redonda.

Anonymous said...

¡GENIAL! ¡¡¡wow!!!
Hermoso homenaje de uno de los más grandes logros del hombre, me encantó.

Un beso, Yo.