Sunday, October 26, 2008

Por fin.

El mar de hierro me había cubierto por completo, y yo, dentro del agua, no sentía que mi piel se arrugaba y empalidecía con el paso del tiempo, lento y pesado. Mis ojos ya no tenían fuerzas para abrirse y, hecha un ovillo y con las manos y los pies crispados, me helaba debajo del agua agitada. Mi corazón palpitaba tan levemente que apenas me mantenía viva. Todo era azul. Gris. Tenue.

Depronto abrí los ojos. Sin entender cómo extendí un brazo hacia arriba y con todas las fuerzas que me venían de dentro empujé mi cuerpo casi inerte hasta llegar a la superficie, donde respiré una bocanada de aire fresco, pero al mismo tiempo cálido. Las aguas se habían calmado y el cielo, lleno de nubes, asomaba algunos pedacitos azules.

Finalemnte, miré al sol, de frente

3 comments:

Anonymous said...

¿Es el mismo mar de hierro que en Miedo (probablemente entre los mejores 5 poemas que he leido en la vida. Lo juro)?

Yo recuerdo esa sensación. Parece que no se puede y de repente sí. No creo en el sol entre las nubes, pero si en un sol detrás de las nubes. ¿Qué tan mal estoy?

Mondblume said...

Estás tan mal como para entender, querido Gerente.

Anonymous said...

Gano algo y pierdo algo. Nada mal.

Mientras tanto... a bailar!