Friday, October 31, 2008

En el borde

Las pisadas se iban marcando ligeras con el paso de los minutos, no iban rápido, pero tampoco muy lento. Una tras otra, tras otra, tras otra. Del lado derecho se apreciaba un horizonte blanqueado, con montañas grises, todo muy pálido, silencioso, tranquilo. Del lado izquierdo las sombras parecían devorar el paisaje, con forme la vista se alejaba iba haciéndose imposible distinguir las formas, también había silencio, pero uno distinto, uno denso, parecía estar lleno de cosas o tal vez pensamientos, emociones, ideas o historias.
Las pisadas andaban justamente en el borde donde se juntaban los dos horizontes, con mucho cuidado de no caer demasiado en alguno de los extremos. La mayoría del tiempo, los pies iban tocando el terreno tibio y blancuzco cubierto de hierba gris-azulada (los pies iban descalzos), y algunas veces se despistaban y los dedos marcaban su huella en las penumbras que parecían estar plantadas en tierra fría, pero agaradable.
Las pisadas iban acompañadas de su dueña, con los ojos cerrados y los brazos colgantes.
Las pisadas no se detenían.
Las pisadas todavía no decidían.
Las pisadas iban marcando cada paso que daban, hundiéndose con suavidad en el terreno.

Monday, October 27, 2008

Saber

No sé cómo, pero cuando lo sabes, lo sabes. Es una senación que te provoca sonreir en secreto, sin que nadie lo sepa, porque solamente tú quieres saberlo, aunque sabes que algún día los demás también sabrán.

Se pueden saber tantas cosas, pero cuando sabes esa en especial, las demás dan lo mismo, ese saber sabes que es valioso, hermoso, capaz de hacerte levantar por las mañanas y querer gritar por la ventana: ¡Yo ya lo sé! Y con forme va pasando el tiempo, ese saber puede diluirse o aumentarse, todo depende de qué tanto lo sepas y lo tengas asegurado.

¿Tú qué sabes? Puedes ya saberlo y no saber que lo sabes, o puedes saber que lo sabes y no querer hacerlo saber o incluso no querer saberlo.

Aún así, saber trae paz, no siempre alegría, pero paz si que la trae, y eso yo lo sé.

Sunday, October 26, 2008

Por fin.

El mar de hierro me había cubierto por completo, y yo, dentro del agua, no sentía que mi piel se arrugaba y empalidecía con el paso del tiempo, lento y pesado. Mis ojos ya no tenían fuerzas para abrirse y, hecha un ovillo y con las manos y los pies crispados, me helaba debajo del agua agitada. Mi corazón palpitaba tan levemente que apenas me mantenía viva. Todo era azul. Gris. Tenue.

Depronto abrí los ojos. Sin entender cómo extendí un brazo hacia arriba y con todas las fuerzas que me venían de dentro empujé mi cuerpo casi inerte hasta llegar a la superficie, donde respiré una bocanada de aire fresco, pero al mismo tiempo cálido. Las aguas se habían calmado y el cielo, lleno de nubes, asomaba algunos pedacitos azules.

Finalemnte, miré al sol, de frente

Título por confirmar.

Sí, lo borré enterito.

¿Por qué?

Porque puedo.

(Para el que no lo supo: antes aqui hubo algo más que frases cortas.)

Monday, October 20, 2008

No.

No soy niña. No me quites años. No voy a ninguna parte. No me gusta el amarillo y mucho menos el dorado. No quiero cenar. No me lleves. No llueve. No me mueves. No me toques. No quiero. No hables. No puedo dormir. No quiero dormir. No tengo hambre. No me gustan las manzanas amarillas. No tenemos. No hay. No he acabado. No te digo. No he leído. NO QUIERO. No juego. No me duele. No es malo. No es bueno. No es. No como galletas. No me molestes. No me preguntes. No me dan cosquillas. No grito. No soy un pez. ¡No! ¿No? No.

Thursday, October 09, 2008

Una probadita de la dueña de este espacio.

Hoy estoy muy cansada, mis ojos ya no pueden más, pero lo increíble es que no les es posible cerrarse. Todavía no da la hora para decir que es muy tarde, pero aún así yo siento como si lo fuera. Hoy me di cuenta de que salir de mi casa en la mañana, cuando todavía es de noche, y llegar a mi destino habitual cuando ya es de día y algunas veces (muy pocas, a decir verdad) el sol ya brilla, no me gusta en lo absoluto. Me cuesta mucho trabajo dejar de dormir una vez que lo he logrado. Me gusta el clima frío que ha estado llenando las semanas que van pasando, me recuerda a la época de Navidad, cuando se siente el aire helado pasar de la nariz hasta los pulmones tan rápido que termina llevándose la pereza al exhalar y abriéndote los ojos para ver el cielo más azul del año. Últimamente he estado muchos ratos en silencio, no sé si sea porque mi reproductor de música dió su último latido hace unas semanas o si es porque realmente lo necesito. Pero me gusta. A pesar del silencio he tenido varias letras de canciones rondando mis pensamientos constantemente, especialmente las del último disco de Radiohead, se ha convertido en uno de mis favoritos poco a poco. Hoy, diré la verdad, no he querido ser filósofa, la buena noticia es que parece ser que solamente me ha durado un día, la mala noticia es que creo que no es posible dejar de ser filósofo una vez que has empezado. Y no me considero filósofa todavía, pero algún día sí lo seré. Una de las razones que me han desanimado el día de hoy han sido las clases de griego clásico, puedo admitir que cada hora que pasa me enredo más. Nunca me imaginé que llegaría a leer tantas cosas tan distintas, es lo mismo que hace la filosofía: me autosorprende. Volviendo a ver el lado positivo, creo que será un buen fin de semana, o al menos eso espero. Poco a poco se vive la vida y antes de irme me gustaría dejarles una frase que me ha llegado hasta lo más hondo del alma, del libro de Juan Rulfo titulado Pedro Páramo:
"cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace."

Monday, October 06, 2008

Uno muy chiquito.

Entre el barullo de la gente pasando y viniendo frente las puertas de cristal de la biblioteca ellos parecían ser completamente invisibles. Nadie nunca se detuvo a mirarlos, mucho menos a examinarlos y ellos jamás notaron la existencia humana a su alrededor. Ella tenía la mirada clavada en sus zapatos y las mejillas y las orejas sonrojadas, él había quedado hipnotizado al intentar contar las tímidas pecas de su nariz. Poco a poco la conversación que sostenían se fue apagando hasta que se convirtió casi en un susurro que los obligó a que poco a poco y muy lentamente se fueran acercando uno al otro. Ella sonreía con la mirada agachada, tímida y a él parecían temblarle las manos que colgaban a sus costados como si fuera un espantapájaros. Cuando estuvieron tan cerca que sus cabezas casi chocaron ella elevó su mirada y se detuvo al verse reflejada en los ojos oscuros y brillantes del muchacho, él, con los dedos hormigueándole y las orejas coloradas cerró los ojos y muy suavemente besó sus labios. Apenas los había rozado cuando los dos se separaron como si una corriente eléctrica los hubiera invadido de pronto. No pudieron evitar sonreír. Nadie los veía, y ellos nunca vieron a nadie. Fue un beso muy chiquito, pero uno de esos que llegan al alma, al corazón y que nunca se pueden sacar de la mente.