Me gusta el borde y mirar hacia abajo. Es la misma sensación que brota cuando una araña grande arrastra su traslúcido cuerpo por el exterior de la ventana del auto cuando eres el conductor. Y es de noche. No quieres ver, pero debes hacerlo. Lo mismo que con las pecas en tu espalda; son el borde, la frontera. No están al alcance, pero sí a la vista.Y los ojos no pueden tocar, no pueden matar, no pueden comer. Pueden traspasar el cristal, el agua o, en secreto, el cuello de tu playera, pero jamás llegan ahí.
Me gusta el borde, la frontera rodeada por el agua. El Mar, el Tiempo, tus Iris. Todos ellos son verdes y tienen cicatrices y profundidad. Todos ellos bordes que mis dedos no alcanzan, pero sí mis ojos. Que pueden traspasar el cristal, el agua o, en secreto, el cuello de tu playera, pero jamás llegan ahí.
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