Wednesday, August 03, 2011

7

Se abrieron las puertas y yo no estaba atenta para ver que había gente dentro. Lo que me indicó que ahí estaban fue el espacio que no pude ocupar y los empujones con los que me quedé sola, dentro del elevador. Concentré mi energía en el cuello primero, la clavícula después, seguida del hombro, el brazo, el antebrazo y, finalmente, la mano. Uno de mis dedos, sin distinguir cuál, se estiraba agotado para indicar el número de piso. Hasta el siete y uno más caminando.

Piso 1

La pesada caja metálica se levantó y yo me encontré con el espejo que hay en todos los elevadores. Pensándolo bien, preferí darle la espalda. Durante ese recorrido no quería verme en el espejo. Giré, apoyé el hombro contra la pared y cerré los ojos por si acaso.

Piso 2

Sin ver sentía cómo la distancia se acortaba verticalmente. Ya se acabó el día, se acabó el horario, se acabó el tiempo. Estoy frente a las puertas cerradas, subiendo con los ojos cerrados y nada más.

Piso 3

No hay espejo. Al no poder mirar hacia afuera tuve que mirar hacia dentro. Vi cascadas de agua helada y azul, con cielos nublados y un faro blanco siendo azotado por el violento Mar. Algunos acordes lentos con los que el viento corría. Hacía frío, y estaba a punto de anochecer.

Piso 4

Entendí perfectamente el paisaje, con sus sonidos y olores. Todo eso estaba expresado en forma de respuesta. La pregunta también la supe, pero no la dije. Memoricé cada rincón que pude ver, la sensación del viento en la cara y el frío en los pies.

Piso 5

Había también flores blancas, en botón. Todas cerradas, tiritando de frío. En ese momento no recordé cómo se ven esas flores abiertas. No pude recordar cómo son las flores. Esa respuesta no la tuve.

Piso 6

La pared empezó a temblar estrepitosamente contra mi hombro. ¿O era al revés? También llovía ahí dentro; una gotera que pude descubrir solamente por el sonido que hacían las pesadas gotas de agua al golpear el suelo del elevador.

Piso 7

Todo se detuvo repentinamente. El paisaje se desvaneció, levanté la cabeza y dejé de escuchar el agua caer. La pared inmóvil. En el mismo tiempo en el que abrí los ojos, las puertas de acero dieron paso a la luz blanca de la tarde. Avancé pesada, anduve el piso que faltaba y emprendí el camino.

2 comments:

Anonymous said...

Un abrazo que te sepa a mar, consuelo, calidez y hogar.


Yo.

uh uh uh said...

Me gustó. Aunque quizá habría menos problemas si no fuera por la sobrepoblación del estacionamiento.

Otro punto importante: zórrales.