Hoy te encuentras bajo un cielo completamente distinto al mío; supongo que estará nublado frío, tal vez algo de lluvia o nieve. Por esa razón fotografié mis cielos, para que también sean tuyos.
8:30 de la mañana
Se veía vaporoso y pálido, como si se estuviera levantando sin haber tomado tomado café. Unos cuantos vuelos amarillos por ahí y otros rosados por allá. Ni una sola nube lo cruzaba; seguían todas dormidas. Su color, en general, era más bien verdoso y despeinado. Tan perezoso que apenas los primeros rayos del sol lo calentaban para comenzar un nuevo día lleno de cosas distintas, de pájaros nuevos y de corrientes que visitan a los que vivimos abajo.
2:30 de la tarde
Ahora sí, todo era consistente. De base un color azul pálido, como el que me pongo en las uñas y no te gusta. Muy sólido y parejo. Justo encima, algunas nubes se transformaron en hilos delgados y lo adornaron horizontalmente, como si se hubiera puesto una camisa a rayas. Y, al mismo tiempo, otras nubes esponjosas se hacían notar por encima de las primeras. Majestuosamente blancas y repartidas por todos lados, sin llenar de más ni de menos. El sol calentaba, pero no quemaba; era su hora de comer.
8:30 de la noche
Finalmente, todo se oscureció. Pero no lo suficiente, porque a pesar de las luces de la ciudad y de los coches que gustan de estar encendidos en las calles sin avanzar, todas las estrellas se animaron a salir. Un espectáculo digno de recordase: sin luna, sin ruido en el cielo negro-azul y con puras lucecitas modelando sus legendarias formaciones. Algunas tintineando más que antes, coquetas y emocionadas de ser vistas con tanto gusto. Así es que comenzó la noche.
1 comment:
¡Los bellos cielos de mi ciudad!
Gracias por subrayarlos, un beso,
Yo.
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