Tuesday, August 31, 2010

Day Door I

La carretera era muy transitada, especialmente los fines de semana. Era el único camino para llegar sin contratiempos a las casitas que rodeaban el Lago y disfrutar de unos días de paz y quietud y, por lo mismo, los pasantes iban deprisa y sin prestar mucha atención en el camino. Y nadie notaba cómo los árboles se hacían chicos y grandes, ni cómo las flores crecía entre el pasto silvestre, ni cómo, cuando llovía, los charcos se llenaban de renacuajos saltarines, ni siquiera notaban la Puerta.

Un sábado por la tarde, él iba en busca del olvido, del descanso y del silencio, necesitado de una inspiración realista para plasmar en las hojas blancas que había que llenar en la revista para la cual llevaba años trabajando, cuando de pronto el motor empezó a fallar. Seguramente era debido a la falta de gasolina, pero independientemente de cuál fuera el problema el auto se detuvo, en medio de la nada. Las maldiciones, en cambio, fueron las que alcanzaron velocidades cósmicas mientras el dueño se intentaba comunicar con alguien que lo pudiera ayudar, y, cuando lo logró, prometieron no menos de dos horas para poder alcanzar al necesitado. Desesperado bajó del coche, azotando la puerta y pisando fuerte. Miró en todas direcciones y no había nadie, caminó en círculos, con las manos en la cintura y los ojos cerrados, esperando que el tiempo corriera mucho más rápido de lo que podía percibir. Siguió así hasta que algo lo golpeó, o él golpeó algo. Abrió los ojos enseguida y se encontró frente a frente con la Puerta de madera oscura que se erguía sobre el pasto amarillento. Estaba sola, con la perilla, desgastada pero no oxidada, y nada más.

Curioso, pero no lo suficiente, se quedó mirándola fijamente e inmóvil. Hasta que algo dentro de él lo hizo levantar el brazo y girar la perilla de un jalón, sin abrir la Puerta. De pronto algo lo distrajo, un cosquilleo en el tobillo lo hizo estremecer e inmediatamente miró para darse cuenta de que un grillo se había prendido de su calcetín. La sorpresa fue la causante de una patada al aire con la que el animal salió disparado y, también, del empujón que logró que de la Puerta se abriera un resquicio. Espacio suficiente para llamar su completa atención y lograr que la curiosidad aumentara al punto de que se abalanzó a abrir de par en par.

Dentro de la Puerta no había absolutamente nada más que oscuridad, sombras densas y pesadas. Sin poderlo resistir introdujo una mano estirada y la vio desaparecer con forme avanzaba más y más, hasta que, finalmente entró por completo para encontrarse sumergido en el más profundo vacío.

Ahí permaneció, quieto y asustado, hasta caer dormido.

***

Ya era de noche cuando llegó la pareja de amigos con los botes de gasolina. Pero, cuando se estacionaron y buscaron, no vieron nada ni nadie más que el coche varado con los seguros abiertos. Nada alrededor, ni en el vehículo inútil, ni en el pavimento, ni el campo, ni en el lugar en el que horas antes había estado plantada la Puerta.

2 comments:

Cristina said...

Me gusta como escribes Anna :)

Iphigénie said...

Viajar no es siempre lo mejor