"That's how two characters meet in a movie..."
- A. Abbot
"...or in real life."
-Mondblüme
1.
En el bar de la cuadra siguiente, el que tiene en la entrada la silueta de un gran lobo aullando, se sienta una mujer. Viene sola, con zapatos bajos, jeans rotos, blusa por fuera, pelo recogido en una cola de caballo y el maquillaje ya desgastado por el día. Se sienta en la barra y ordena una cerveza. El tiempo pasa suavemente y ella cruza unas cuantas palabras con el cantienro. Muy pocas, en realidad, pero suficientes. Al terminar, sonríe y paga la cuenta. Tomas sus cosas y sale, buscando las llaves en el desordenado bolso. No es muy tarde, pero el día fue largo, por lo que sus pasos al cruzar la puerta del lugar se habían vuelto torpes y pesados. Sin entender bien cómo, las llaves recién encontradas resbalan de sus dedos y van a dar directo al par de Converse azules que se disponían a entran al lugar. Rápidamente, ella estira el brazo agachándose para recogerlas, al tiempo que las disculpas salen de sus labios atropelladamente, pero su reacción coincide con la del extraño, provocando un acercamiento tal que las disculpas cesan de golpe. Ambos se levantan, él con las llaves en la mano y ella con los ojos muy abiertos. Al mismo tiempo sonríen y salien del lugar.
2.
La tormenta había sido completamente inesperada. El agua que se acumulaba en las orillas de las calles hacía de las banquetas un lugar peligroso, especialmente para los peatones que esperaban el transporte apiñados en sus respectivas paradas. Las siete de la tarde sorprendieron a la única mujer que esperaba en aquella esquina con los pies empapados y acalambrados por los zapatos altos, con el cabello escurriendo y el traje de falda manchado de tanta agua. Sus labios empezaban a azularse cuando vio a lo lejos las luces del camión que se acercaba. Finalmente. Temblando, desdobló los brazos y se preparó para saltar en cuanto las puertas se abrieran. Pero al hacerlo, era tanta su prisa, que no se dio cuenta de que había alguien más en frente de las puertas, intentando bajar. El choque fue inesperado y dejó a ambos pasajeros empapados y desorientados. Ella en brazos de él, él respirando con dificultad a causa de ella. Al mismo tiempo sonrieron y volvieron a entrar al vehículo, donde comenzó una larga y memorable conversación.
3.
Había llegado el día y el espejo no lo favorecía en lo más mínimo. Los nervios no lo habían dejado dormir y, para variar, se había hecho tarde. Sin desayunar, ni peinar, ni repasar salió despavorido a presentar el examen que lo había perseguido en todas las pesadillas del período que terminaba. La eterna fila para entrar al salón de la prueba le dio tiempo para darse cuenta de que había estudiado bien, pero no lo suficiente. Sus rodillas no dejaban de temblar ni sus oídos de zumbar. Finalmente era su turno para entrar y, luego de ubicar su lugar asignado, entró con pasos apresurados y la respiración agitada. El asiento era incómodo y la mesa demasiado estrecha e inclinada, tanto que era imposible colocar el lápiz amarillo del número dos sin correr el riesgo de que éste rodara hasta el suelo. Y fue al darse cuenta de lo anterior que el chico recordó que le faltaba el lápiz. Miró presa del pánico a su alrededor y se encontró con la mirada risueña de la niña sentada a su derecha. Tímidamente, le extendió la temblorosa mano de uñas verdes que sostenía un lápiz nuevo y con punta. Él lo tomó provocando un contacto accidental, ella se estremeció. Al mismo tiempo sonrieron y, mientras el desvelado realizaba el examen, soñaba con el momento de devolver el lápiz a su dueña y volver a encontrarse atrapado en su transparente mirada.