Eres
dos. Uno, el que veo en frente. El que me pide dormir a buena hora, sin ruido y
sin luz. Al que no le gusta ver películas que no conoce, que no soporta los
lugares llenos ni esperar. Uno eres cuando te vistes con una especie de
uniforme inventado y levantas la mesa en el instante en el que acabas de comer,
a lavar todo antes de que cualquier otra cosa suceda. Ese uno es uno que está
seguro y mira pasar el tiempo sin darse cuenta de que ya pasó mucho. Sin
crisis, todo va a estar bien. Duerme
con reloj puesto y tiene listo un vaso de agua en la mesa de noche.
Eres
dos. Otro, el que no me doy cuenta cuando llega. Otro es el que nada a toda
velocidad en el mar, sin temerle a la sal ni a los monstruos que hay debajo de
sus pies. Ese llora y grita, usa botas de piel y conoce rincones extraños. Ese
otro es el que recita piropos y no le importa verse extraño. Ser extraño. Él es
el que baila y bebe entre semana. Ese tú se asusta al pensar que yo podría
cruzar la puerta en cualquier momento y reacciona de formas insospechadas. Se
le olvidan los cumpleaños pero nunca los integrantes de Radiohead. No le
importa nada pero todo lo siente.
Eres dos. Vivo con dos. Sueño con dos.