Estaba todo sumamente quieto; así es en las noches, nadie se mueve a menos que sea necesidad. El gato no come, porque está dormido y lo único que se escucha es la sugerencia del tica-tac del reloj de pared y los imaginarios perros que no pueden dormir en las casas vecinas. Incluso el aire va cansado y no entra por las rendijas, la luz que queda es tenue y debería estar apagada ya. De vez en vez una viga de madera se acomoda en su descanso y deja escapar un crujido, tan ligero que cuando el oído despierto intenta retenerlo éste ya se fue. Tranquilidad.
Todo hasta que el estruendo de los cristales que cortan el aire y explotan en el suelo apuñalan la quietud de la noche. Como pedazos de granizo se riegan dejando un agudo sonido detrás de cada movimiento. El polvo de vidrio se mezcla con los pedazos grandes y entre todos forman el escándalo. Se ha caído un vaso y el silencio se interrumpió.